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Trump contra la inmigración

Por: Andrés Hernández Alende

Donald Trump regresa a la Casa Blanca más poderoso que en su primer mandato, de 2017 a 2021, después que el electorado dio un bandazo hacia la derecha y lo eligió presidente, en una clara victoria frente a la demócrata Kamala Harris.

Y regresa con el firme propósito de llevar a cabo grandes cambios en la nación, de escorarla todavía más a estribor. Para eso cuenta con el apoyo de un poco más de la mitad de los electores, y con la mayoría republicana en el Senado y en la Cámara de Representantes.

Sus primeras acciones serán contra la inmigración, la que viene a través de la frontera con México, para complacer al vasto sector electoral que suscribe un nacionalismo blanco extremista. En su primer período presidencial, Trump implementó medidas como la construcción de un muro en la frontera con México (que nunca se llegó a completar) y políticas de “tolerancia cero” que, entre otros males, causaron una dolorosa separación de familias migrantes en la frontera. Muchos niños pequeños quedaron separados de sus padres, y en algunos casos nunca los volverán a ver.

Los seguidores de Trump aplaudieron estas medidas draconianas contra la entrada de extranjeros, medidas que contradecían la visión de Estados Unidos como una nación de inmigrantes. El famoso poema de Emma Lazarus grabado en la Estatua de la Libertad, en Nueva York, “dadme a vuestros cansados, a vuestros pobres, a vuestras masas hacinadas que anhelan respirar libertad”, perdió su vigencia bajo las políticas antiinmigrantes de Trump. Ahora el ex presidente regresa con la misma postura contra la inmigración, después de convencer a sus seguidores, mediante una incesante propaganda, de que la frontera con México está sin control debido a la incapacidad del gobierno de Joe Biden, que ha permitido una “invasión” de inmigrantes.

El efecto más perjudicial de las políticas migratorias de Trump fue el que sufrieron cientos de miles de inmigrantes, tanto indocumentados como solicitantes de asilo. La implementación de restricciones en las solicitudes de asilo y la eliminación de programas de ayuda para refugiados significaron una disminución drástica en el número de personas que podrían entrar al país por razones humanitarias. La prohibición de entrada a personas de varios países musulmanes, los cambios en la política de concesión de visas, y la separación de familias en la frontera cambiaron la percepción de Estados Unidos como un país acogedor, y debilitaron las relaciones diplomáticas y de cooperación con varias naciones, incluso con aliados tradicionales de Washington.

La elección de Tom Homan como “zar de la frontera” en la próxima presidencia de Trump es una clara señal del rigor con que el nuevo gobierno va a enfrentar la inmigración. Homan fue director interino del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en el anterior gobierno de Trump, y creó y supervisó la criticada política de separación de las familias que cruzaban el río Grande.

El presidente electo ha anunciado que una de sus primeras medidas cuando asuma el cargo será la deportación masiva de indocumentados. Pero la postura antiinmigrante de Trump y sus partidarios pretende ignorar el enorme aporte de la inmigración, tanto la legal como la indocumentada. En 2022, por ejemplo, los inmigrantes indocumentados pagaron más de 96.000 millones de dólares en impuestos federales, de los estados y locales. Esos impuestos contribuyen a costear numerosos servicios y prestaciones que benefician a la población, pero que los indocumentados no reciben. Sectores esenciales como la construcción, la agricultura y la hotelería dependen de la mano de obra extranjera. En esos sectores, los inmigrantes ocupan numerosos puestos que, si no fuera por ellos, quedarían vacantes.

Si Trump se sale con la suya, el efecto negativo que tendrá su campaña contra la inmigración no tardará en afectar a la sociedad en el aspecto que más le duele: la economía. El impacto de las medidas migratorias de Trump en el bolsillo de los estadounidenses podría causar un nuevo viraje que rechace esa política y siga definiendo al país como una nación de inmigrantes.

 

 

 

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