Por: Juan Salazar
El dicho «para muestra un botón» se usa para plantear que tan solo con un detalle podemos conocer cómo anda algo en sentido general.
El origen se atribuye al mariscal prusiano Paul Von Hinderburg, quien, en una ocasión, pasando revista a sus tropas, dijo que le bastaba echar en falta el botón de una chaqueta para saber cómo es el soldado. Otros consideran que proviene de los sastres, que tan solo por la colocación de un botón determinan la calidad de la prenda.
Precisamente, un pequeño botón que muestra cómo anda el sistema educativo lo presentó la semana pasada con lujo de detalles, algunos muy preocupantes, el sacerdote José Luis Hernández Rodríguez, director de la escuela San Pablo Apóstol del sector Cristo Rey, en el Distrito Nacional.
Su primera queja fue que en los centros educativos los reglamentos internos para imponer la disciplina no tienen ninguna validez ante los derechos de los estudiantes consagrados en el Código del Menor y otras normas.
Eso impide requisar mochilas y bolsos a los estudiantes, donde ya se ha detectado que algunos llevan vapes, drogas, armas blancas y otros objetos punzantes.
El educador y sacerdote también citó que autoridades educativas y maestros están limitados al momento de corregir verbalmente a los estudiantes, porque pueden ser acusados de violencia psicológica, así como si les imponen como castigo trabajar en la higiene del plantel o cualquier otro servicio.
Citó que los maestros evitan involucrarse en los problemas entre estudiantes por miedo a ser agredidos o de recibir alguna amonestación del Departamento de Orientación del Ministerio de Educación (Minerd), ya que ha sucedido en otras ocasiones.
Un detalle preocupante revelado por Hernández Rodríguez es que en la escuela San Pablo Apóstol han detectado ya nueve estudiantes que pertenecen a las pandillas denominadas “naciones” y que han intentado reclutar a otros alumnos para sus grupos.
Y el hecho de que un adolescente cercenara la semana pasada la mano izquierda a un estudiante de 15 años, a quien esperó a la salida del liceo José Joaquín Pérez, en San Pedro de Macorís, muestra la preocupante incidencia de las pandillas dentro y en los entornos de centros educativos.
En definitiva, el sacerdote Hernández Rodríguez resumió todo lo que ocurre en la escuela que dirige con la siguiente frase: “Estamos con las manos atadas”.
Ante todo, ese panorama de violencia e incertidumbre por el derrotero en la mayoría de las escuelas, hay otros botones de la prenda educativa hacia donde deberíamos dirigir la mirada, debido a los resultados positivos alcanzados.
Una reseña periodística destacó la semana pasada que el Colegio Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ubicado en la Base Aérea de San Isidro y manejado por la Fuerza Aérea Dominicana, ha logrado que tres de sus estudiantes se matriculen en las prestigiosas universidades Harvard y Yale, y en el Instituto Tecnológico de Florida, en Estados Unidos.
El liceo militar San Miguel Arcángel, ubicado en Santo Domingo Norte, también exhibe resultados satisfactorios respecto a la calidad de sus egresados.
Con el psiquiatra, militar y escritor Felipe Román, un apasionado como yo del tema educativo, conversaba hace unos días sobre las falencias en las escuelas, a raíz de tantos acontecimientos preocupantes en los últimos meses. Y, aunque reconoce que el problema principal de la educación es que se ha permitido que en los planteles impere la indisciplina, considera que no es un asunto de militarismo, porque el liceo Estados Unidos de América también exhibe altísimos niveles de eficiencia.
Es algo que por igual reconoce el primer teniente Ingrid Peralta, directora docente del Colegio Perpetuo Socorro, quien plantea que para lograr la excelencia en el plantel es “innegociable” que el estudiante muestre disciplina y respeto, pero además que mantenga un adecuado índice académico para conservar la matrícula.
Ella lo resume de la siguiente manera: «Un estudiante indisciplinado no capta, no aprende, no produce».
Esos ejemplos muestran que en centros con ese enfoque se pueden lograr resultados académicos acordes con la inversión del 4% para la educación preuniversitaria, pero también alcanzar el ideal de formar alumnos que sean motivo de orgullo para sus familias y la sociedad.
Otro botón para fijarse en ese sentido, la estudiante Ashley Esmeralda Feliciano, de 17 años, quien brindó los primeros auxilios al alumno a quien le cortaron la mano izquierda en el liceo de San Pedro de Macorís, en lugar de asumir la actitud de otros que se dedicaron a grabar el trágico episodio con sus celulares.
Ella sumó las destrezas adquiridas en un curso de paramédico a la sensibilidad humana que estamos llamados inculcar a los hijos en el hogar y a profundizar después en los centros educativos.
Ashly aspira a ser médico luego de culminar sus estudios secundarios, porque confiesa que le encanta ayudar a los demás.
Humberto Feliciano, al juzgar la acción heroica de su hija Ashley, les deja también una oportuna reflexión a los padres dominicanos: Que apoyen a sus hijos y los mantengan ocupados con cursos extracurriculares para evitar que caigan en pandillas.
Creo que Ashley será una médico tan preparada y sensible como la otorrinolaringóloga Mayerling Román, hija del amigo Felipe Román, a quien ya cité anteriormente, o como el médico pasante Caran Haché.
En una consulta que tuve con ellos el pasado viernes en esa especialidad, los vi derrochar trato humano y preocupación hacia mí y otros pacientes.
Sin dudas, son esos botones en los que debemos enfocarnos, para que la prenda educativa luzca impecable.