
¡El Parque del Este está secuestrado! Entrenadores informales y vendedores ambulantes se han adueñado descaradamente de espacios públicos sin control, actuando como si fueran propietarios legítimos. No solo invaden el área, sino que la están destruyendo sin piedad, mientras las autoridades miran hacia otro lado.
Desde hace tiempo, estos mercenarios del deporte han venido arrasando con bancos, adoquines y hasta talando árboles con la única intención de expandir su territorio y seguir lucrándose. ¿El resultado? Un parque deteriorado, lleno de basura y con zonas intransitables.
Pero esto no termina ahí. Estos entrenadores improvisados han convertido el parque en un caos absoluto: bloquean caminos, crean parqueos ilegales y obstaculizan el paso de peatones con total impunidad. Lo único que les importa es llenar sus bolsillos, sin importarles la contaminación, el daño ambiental o el peligro al que exponen a los visitantes.
El desorden es total. Entrenadores de fútbol y otras disciplinas aglomeran cientos de niños sin ningún protocolo de seguridad o higiene, convirtiendo la zona en un criadero de problemas. Niños y adultos orinan y defecan en los árboles y alrededores, porque estos entrenadores irresponsables ni siquiera instalan baños portátiles.
Mientras tanto, estos individuos siguen enriqueciéndose sin pagar un solo peso en impuestos ni solicitar los permisos correspondientes. No rinden cuentas al Ministerio de Deportes ni al ayuntamiento, y operan con total impunidad.
El abuso es tan evidente que, en ocasiones, las multitudes de niños parecen mítines políticos. Los entrenadores usan a los menores como excusa y escudo para justificar su invasión, sin el más mínimo respeto por su seguridad.
¿Y las autoridades? Brillan por su ausencia.
El Parque del Este, que debería ser un espacio limpio y ordenado para el disfrute de todos, se ha convertido en un mercado clandestino y en un campo de entrenamiento ilegal.
¡Basta ya! Es urgente que el nuevo ministro de Deportes, Kelvin Cruz, tome medidas drásticas y desaloje de inmediato a estos oportunistas, reubicándolos en espacios adecuados.
Si nadie pone orden, pronto el Parque del Este será irreconocible: un vertedero sin ley, tomado por depredadores sin escrúpulos que lo destruyen sin piedad.
La pregunta es clara: ¿Seguirán las autoridades permitiendo este desastre o harán algo antes de que sea demasiado tarde?
Por Wandry Méndez Valenzuela