Por: CRISTHIAN JIMÉNEZ
El asesinato de un oficial de la seguridad presidencial, el cercenamiento de una mano a un estudiante en pleno recinto escolar y la muerte de una profesora en San Cristóbal a manos de atracadores obliga volver la mirada al preocupante tema de violencia e inseguridad.
Las amenazas a la procuradora general, Miriam Germán y a la fiscal del Distrito Nacional, Rosalba Ramos, hechos gravísimos que han merecido acompañamiento oficial internacional, las excluyo por entenderlas en un nivel de entramado de crimen organizado superior.
Cuando el uniforme ni el arma de fuego son disuasivos, y por el contrario atraen a los atracadores interesados en una pistola o revolver para la continuación de su faena delictiva, hemos escalado un nivel muy peligroso en la rapacidad criminal.
Robert Espinosa Martínez, teniente de la Fuerza Aérea, adscrito al Cuerpo de Seguridad Presidencial fue ultimado a tiros el 29 de mayo último mientras regresaba a su hogar en la zona de San Isidro, próximo a la base aérea, después de finalizado un servicio. Su arma no fue encontrada en el lugar por lo que se presume un atraco. Cuatro niños quedaron en la orfandad.
En marzo pasado, el primer teniente del Ejército asignado a la Presidencia de la República, resultó muerto al ser atacado a tiros por desconocidos cuando se disponía a salir de su residencia en el sector La Ureña, de Santo Domingo Este. Habría sido despojado de su arma de reglamento, según informe preliminar de la Policía.
Asumiendo los atracos y suponiendo que desconocían que laboraban en el centro del poder político, la condición de militares o portadores legales de armas de fuego, de elemental confirmación en “la inteligencia” que, de seguro hicieron a las futuras víctimas, en vez de disuadirlos les habría avivado el instinto asesino, disparando antes de reclamar los objetos buscados.
En el caso de la profesora Yesenia Rodríguez, dos delincuentes a bordo de una motocicleta la hirieron de bala en el cuello en un intento de atraco, cuando la docente acompañaba a una compañera, frente a la extensión de la UASD, en San Cristóbal. Luego de dos días en cuidados intensivos y apoyo solidario de ciudadanos consternados con sangre solicitada para transfusiones, Rodríguez falleció.
La delincuencia en motocicletas es la más común y que ha hecho fracasar innúmeras fórmulas ensayadas por autoridades en diferentes gobiernos. El intento de prohibir que dos o más persona ocupen una motocicleta choca con las limitaciones del transporte de pasajeros en el país.
El cercenamiento de una mano a un joven estudiante de San Pedro de Macorís, en su centro de escolar causó un estremecimiento nacional al comenzar a circular las imágenes en las que se veían chiguetes de sangre brotar del brazo.
El adolescente había sido amenazado por integrantes de una banda juvenil por Facebook, que luego celebraron la acción criminal por esa red social. El ejecutor, alias Manguito, se entregó a las autoridades.
Surgieron versiones a propósito de este suceso, que dicen que hay bandas que tienen sus sellos violentos, entre las que se cita el cercenamiento de miembros del cuerpo.
En medio de la tragedia se puso en evidencia la solidaridad de estudiantes compañeros del agredido, fundamentalmente las chicas y en particular se ha resaltado la valentía y claridad de decisión de Ashly Esmeralda Feliciano, de 17 años, quien tomó un abrigo de la víctima y aplicó un torniquete para frenar el sangrado.
Ashly dijo al Listín Diario que sueña con ser médico y que se capacita en el la Escuela Técnico Profesional de Rescate Hospitalario.
Tres hechos con características diferentes reflejan el deterioro social y niveles de violencia e inseguridad que no respetan autoridad, lugar o condición.